martes, 17 de mayo de 2011

Morfeo 3.0.1

                                       Un escalofrió recorrió mi espalda al observar la mole de cemento desde el callejón. Era una casa gris, sucia, fea. La humedad se aferraba a las paredes oscuras. La fachada amenazaba, con sus columnas, la calle desierta.

Me acerqué con paso decidido hasta el portal. La solitaria bombilla, pegada al techo, esparcía sombras por la escalera mohosa. Los ojillos saltones de una rata me asustaron. Amague una patada. El roedor siguió plantado en mitad de mi camino. Trague saliva al deslizarme a su lado, arroje un pedazo de carne envenenada y la golosa rata corrió tras ella; no sin antes intentar morderme en una pierna.
Encontré la puerta del piso abierta. Hacia frío. Los árboles golpeaban las ventanas para pasar la noche en casa, calientes y protegidos. No dije el nombre de nadie. La casa estaba vacía. Saqué una botella de cerveza de la nevera. Había platos sin fregar y restos de ceniza sobre la mesa camilla.

Recorrí el pasillo oscuro, con un espejo gastado que me devolvió una imagen distante y cansada mientras los pasos resonaban sobre el suelo de madera. Olía a humedad. Pensé en todos los que se estaban amando. Una solitaria lágrima apareció en mi ojo brillante.

Encendí la luz. El conmutador se abatió con un sonido sordo. La cama estaba sin hacer. Mientras me desvestía no pude evitar miradas furtivas sobre mis hombros. Flotaba un silencio agobiante, extraño, espeso.

Las sábanas estaban húmedas. Me costo trabajo estirar las piernas. Ningún rumor traspasaba la ventana. La luz timad de una luna chiquita, como un gajo de limón, esparcía reflejos sobre la cama. Un sopor dulce, amable intentaba seducirme.

Desperté sobresaltado por culpa de un portazo. Me levante sigilosamente y gire el picaporte con el corazón en vilo. Me quede parado intentando descubrir siluetas en la oscuridad. Cruce el pasillo con rapidez, solo encontré una puerta semi-abierta que yo estaba seguro de haber cerrado. El silencio rodaba sobre los baldosines verdes del anticuado retrete. Regrese a mi habitación intentando olvidar mis sospechas

No puedo dormir. Un leve ruidillo, como el de unas pequeñas garras arañando madera, revolotea por todo el piso; tal vez venga de alguna de las habitaciones cerradas. Mi respiración es rápida, ansiosa. Me    gustaría saber que o quien produce el sonido, pero estoy demasiado cansado para incorporarme y abrir la puerta.

Cierro los ojos y me esfuerzo por seguir la nana que marca el rumor. Estoy agotado, tanto que apenas siento como los rayos de la luna acarician mi rostro pálido. Lentamente la puerta se abre...

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