domingo, 13 de enero de 2013

Nak 173.0

Aquella mañana Nak volvió a ponerse la sonrisa y guardó unas cuantas pesadillas en los bolsillos para alimentar a los bichos negros de sus entrañas.

El sol acariciaba su rostro y la brisa  arrastraba nubes en un cielo amarillo.
Los tranvías se dirigían hacia el Océano cargados de alegres jóvenes de sucios deseos. Nak saludó desde la acera sintiendo como la mañana seguía desgarrando su alma inexistente.

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