El dolor sordo en el pecho que sólo parece desaparecer si se suspira o si, con un poco de suerte, podemos gritar hasta quedar roncos.
La sensación de vacío y final en estos días húmedos con olor a orines y sudor. La tremenda certeza de que se abre un abismo ante los pies y acabará por devorarnos.
El gusto por saber que nada es eterno y el miedo ante toda esa oscuridad que nos braza cada noche ,empujándonos cada vez más hondo suplicando poder tocar fondo para siempre.