La infalibilidad. Jamás cometer equivocaciones. Agarras las imágenes de los sueños y las retuerces hasta que significan aquello que deseas. No puedes equivocarte.
La tensión acumulada. El esfuerzo mantenido. Al final saben que los errores aguardan en esos sueños repletos de estatuas colosales y océanos embravecidos.
Buscar la verdad suprema sin cometer errores y sabes que el único error es seguir soportando la tensión antes de dejarse arrastrar por la corriente y ahogarse en tus propias mentiras.
Las nubes pasan rápidas por un cielo de recortable. Las notas agónicas de un piano y la voz de un suicida.
Los sueños sin fin y el tiempo aguardando en las esferas amarillentas .Poco a poco te das cuenta de que nada es para siempre, que nada permanecerá el tiempo suficiente a tu lado y que las mañanas no volverán a ser las mismas,
La fiebre te atrapa. Noches extrañas de colores desvaídos. Esperando que las puertas se cierren en tus pesadillas. Aguardando que las nubes sigan allí al despertar. La fiebre te atrapa y sabes que la eternidad no aguarda a los débiles.
Orgullosos. Envarados. Midiendo la calle con sus pasos.
Uniformes negros. Es todo tan previsible.
Tan jóvenes, tan distantes; tanta crueldad.
Sus botas de clavos pisotean el asfalto. Frente a su orgullo, el miedo. Frente a su odio, la esperanza.
Todo tan conocido como las viejas leyendas y los monstruos ancestrales.
Destruyendo. Nada crece bajo sus botas.
Fotos de niños sonrientes en sus carteras, Alguien afirma que han tenido madres y que fueron buenos alumnos en la escuela.
Tan previsible como la línea que forman frente al paredón.
El peso del tiempo sobre sus hombros. Las jornadas alargándose hasta que el sol asesina al Océano.
Buscando siempre una respuesta a la que aferrarse en noches sin fin, en amaneceres rotos o en el fondo de los zaguanes donde nadie irá a buscarte cuando la compasión termine contigo.
Las horas cayendo una tras otra sin remisión. Los días que se suceden en una cadena monótona.
Gritar y que nadie escuche. Arañar los sueños y perderlos entre los cubos de hielo que se deshacen en la penúltima copa apurada sin ganas.
El paso de los minutos ,el reloj que se deshace; no hay cura para esto. No hay remedio para alejar los errores. No hay remedio porque el destino aguarda en el fondo del zaguán.
Lo sabe porque lo lleva grabado en su piel y en su alma; lo sabe de sobra y relee ese código esencial de 7 caracteres.
Alguien,
susurrando afirma: "Hoy es ahora y hemos venido a jugar" y cierra los
ojos dejándose llevar
El viejo
juego del quien es quien: quizás tenga bigote, gafas, sombrero y ojos marrones
o calvo con ojos azules y barba.
Yo qué sé.
Qué sé yo.
