La pared amortiguaba las palabras, aunque Nak podía distinguir los insultos de su vecina mientras se follaba a un oficinista que gritaba en un paroxismo de placer doloroso. Nak estaba tentado de llamar a la puerta contigua, recordó que le esperaba una copa de vodka caliente y una mala película.
Continuó escuchando el concierto de aullidos hasta que no pudo más y cerró los ojos antes de abrir la puerta de al lado.
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