Tan sencillo como dejarse dejar por la corriente hacia ninguna parte, beber un trago de asquerosa ginebra caliente y desparramar la mirada sobre las calles vacías y húmedas.
Nak intenta escapar del penúltimo sueño que le mantiene atrapado entre presencias azules, sexos azules e iglesias repletas de Ciudadanos ciegos. Agarra el vaso para ver el futuro a través de él y sólo puede ver patinadoras ausentes y amas con fustas. Desearía refugiarse en sus pesadillas y sólo puede cerrar los ojos y evitar, por un instante, que la realidad golpee su ventana mientras los ñandúes polacos esconden sus picos sangrientos en los soportales de las calles vacías y húmedas,
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