Sus sonrisas, su indiferencia, vuestro desprecio; el vacío que devoraba a Nak en sus noches pegajosas. Esas noches de aire sólido con olor a sudor reconcentrado, orines y humanidad.
Una voz hablaba sobre la falta de esperanza. Otro gritaba instrucciones incongruentes desde un balcón. Caían los granos de arena sobre la ciudad silenciosa. La luz extraña de las tormentas de arena intentaba arañar la oscuridad y las sombras se alargaban en colores extraños con sabor a lugares inventados.
Sus risas, su altanería, vuestro olvido; el abismo que tragaba a Nak desde el fondo de los espejos de los bares donde el tiempo no parecía existir.
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