Los restos de sus deseos esparcidos entre las sábanas arrugadas.
Amanecía en tonos suaves,una brisa fría se colaba por la ventana entreabierta.
El otoño arañaba los párpados y se llevaba trocitos de canciones inútiles y miradas de falso perdón.
Nak ahuyentaba a los tratantes de sueños agitando su reloj sin manecillas.Buscó en sus bolsillos y pudo encontrar el penúltimo rayo de sol que había atrapado antes del ocaso.
La mañana continuaba en un siniestro bucle sin océanos,en un comienzo de otoño concebido para pecadores furtivos y Ciudadanos borrachos.
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