Tal vez aquellos Ciudadanos se abran las venas llenas de hiel siguiendo los consejos del penúltimo gurú Zen.
Los ñandúes polacos se amustian bajo los aguaceros cíclicos mientras Molibdeno y Nak juegan a despachurrar crucifijos y cucarachas.
Ocurre.
Es el regreso o es el comienzo o solamente es aquí y ahora.
Dadles su tratamiento, piensa mientras vomita líquidos innombrables, dadles su dosis de mala conciencia.
Yo no tengo conciencia, la perdí a manos de Nak hace muchas noches; no tengo conciencia y eso me hace tanto bien.
Es el regreso o es el comienzo o solamente es aquí y ahora.
Dadles su tratamiento, piensa mientras vomita líquidos innombrables, dadles su dosis de mala conciencia.
Yo no tengo conciencia, la perdí a manos de Nak hace muchas noches; no tengo conciencia y eso me hace tanto bien.
Molibdeno y Nak hacen cabriolas sobre los vómitos .Girando, capturando imágenes y sabores. Se ríen, felices; saben que la noche no tiene fin aquí, que les pertenecen las pesadillas de los Ciudadanos, los sueños lúbricos de las novicias y las brisas húmedas.
Será de nuevo la hora de las decapitaciones y de nuevo buscarán las miradas vacías de los Ciudadanos dispuestos a inmolarse por un amargo trago de infecto licor.
Ya no quedan aguaceros, ni ciudades reflejadas en el Océano; queda el silencio pesado y húmedo de tardes olvidadas en cuartos con olores demasiado conocidos.
Así, de repente; los sordos escuchan y los mudos hablan; solamente falta que los ciegos vuelvan a ver.
La otra noche tuve sueños. No me gustó despertar; aún tuve tiempo de sacudirle un buen trago a la botella de vino caliente y volver a la duermevela; creo que todavía no he conseguido abrir los ojos.
La otra noche tuve sueños. No me gustó despertar; aún tuve tiempo de sacudirle un buen trago a la botella de vino caliente y volver a la duermevela; creo que todavía no he conseguido abrir los ojos.
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