Sin razones para la alegría Nak recorría la calle apartando los cuerpos de los ñandues polacos ebrios,empujaba a las adolescentes lúbricas y evitaba las llamadas sibilantes de los tratantes de sueños.
La tarde resbalaba por el horizonte buscando un final rojo y apocalíptico.
Sin razones para la alegría Nak se refugió en un bar vacío para poder reirse de si mismo por haber confiado sus pesadillas a desconocidas de ojos brillantes.
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