Nak siempre espera alguna ráfaga del viento del norte que le haga estremecer y mientras tanto se queda embobado con el vuelo sesgada de una gaviota que vuela bajo dispuesta a arrancar los ojos de algún ñandú polaco despistado o con el culo de alguna señora estupenda que corre tras un tranvía o con una mirada que creyó reconocer en los apeaderos de los trenes de cercanías.
Nak aguarda esa ráfaga de viento que le devuelva a otra realidad menos gris,menos confortable,menos de cartón piedra;pero las veletas permanecen paradas y los tratantes de sueños siguen repartiendo caramelos amargos entre las jovencitas hartas de sexo tántrico.
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