Nak se asomaba al abismo de sus pesadillas mientras intentaba no ahogarse entre sus fracasos que se hundían en océanos de ginebra. Esquivó las miradas cansadas de las mujeres solitarias porque sólo le interesaban sus caricias urgentes.
Nak permaneció allí, en la mesa más apartada, cómo un naufrago aferrado a un madero carcomido. Continuó allí, esperando que el amanecer apuñalase la superficie del mar mientras escuchaba viejas y estúpidas canciones de otros mundos .
Nak colecciona monstruos ,miradas oscuras, esquinas en perspectivas dementes ,callejones con olor a orina y derrota, desprecios ,noches sin fin y pesadillas.
Recolecta amaneceres heladores ,océanos metálicos ,soles bobos ,tranvías renqueantes, saludos impostados, vino tinto ,caricias prohibidas, adjetivos innecesarios y sarcasmo.
Ya no sabe si sigue buscando o simplemente ha perdido la penúltima batalla persiguiendo reflejos ,sombras; quimeras. Desconoce si ha sido el canto del cisne o el graznido de un ser abyecto y, aún así continuará explorando, coleccionando, recolectando hasta completar el círculo y tratar de reconocerse ante el espejo mientras escucha como el mar se traga sus sueños.
Tan lejos como te lleve el desprecio, tan profundo como te arrastre el odio; tan inútil como esa sonrisa que te colocas ante el espejo.
Acumula sopor a lo largo de la jornada para poder soñar con lo que nunca tuvo.
Se despierta en mitad de la noche encontrando el vacío,la oscuridad y una respiración profunda tan conocida que sólo desea cerrar los ojos y volver a soñar que colecciona sueños y no pesadillas.
Había vuelto a la arena con ánimo de revancha, con las ganas renovadas, con el deseo íntimo de volver a poder manipular su juguete favorito mientras en las gradas atestadas de público los hinchas más acérrimos aullaban hasta el paroxismo.
Había regresado tras una larga travesía por el desierto con su alma hecha jirones y su autoestima ahogada, tras un agotador periplo por llanuras heladas e inhóspitas.
Había devorado soledad y se había empachado. Había masticado despecho , desprecio y vacío.
Y ahora, tras esa dura odisea que la había dejado varada en la orilla, había logrado volver a sentir que dominaba el ajado juguete que estaba en sus manos. Realmente no lo había añorado ni había sentido la necesidad de volver a tenerlo a su merced; pero notaba cierta satisfacción al sentir el conocido peso en sus dedos.
Decidió terminar la partida porque ,al fin y al cabo, sólo había vuelto para jugar. Abandonó el juguete sobre la lona ,creyendo que se llevaba la victoria, sin saber que muchos artefactos, aunque no se rompan , jamás funcionan correctamente, en un estúpido y mecánico gesto de rebeldía.
Nak espera bajo los soportales a que escampe el aguacero de zumo de moras. Los Ciudadanos se arrebujan en el asiento trasero de sus limusinas, los oficinistas corren hacia el penúltimo tranvía amarillo, algunos ñandúes polacos giran sus afilados perfiles hacia el cielo.
Nak aguarda, los aguaceros violentos suelen traer extraños náufragos o atractivas muchachas de con el Océano en su mirada. Esta noche quizás la fortuna quiera regalarle caricias furtivas y besos frescos o tal vez aparezcan diablitos diletantes que le arrastren hacia los antros de música y alcohol donde siempre habitan la urgencia, el deseo y el ansia.
Los sueños que se esconden bajo la almohada temen hacerse realidad ;no así las pesadillas que desean con toda su alma crecer y poder acariciar tu piel mientras susurran a tu oído aquellas viejas canciones que creíste olvidar.
Pasa el camión de la basura y, otra vez, no se ha llevado la vida de Nak; eso sí; entre el triturador se podían apreciar restos de sueños recurrentes, pesadillas de baratillo, puestas de sol de saldo, amoríos ridículos y pasiones risibles.
¿Cómo qué que hay de nuevo? La monotonía y la costumbre se imponen.
¿Qué hay de nuevo? Las mismas ganas de llegar al final del túnel y saber que ya no hay salida.
¿Qué hay de nuevo? El silencio y las sombras.
¿Cómo qué que hay de nuevo? Sonrisas y caricias. Urgencia e insomnio. Rosas y,tal vez ,esperanza.
Tras una tarde anodina Nak decidió que había llegado el momento de perderse en los callejones de la vieja ciudad para dejar que los sueños le acariciasen los ojos y las mariposas le devorasen las entrañas.
Una vez más no hubo suerte y sólo consiguió esquivar a ñandúes polacos apilados en el suelo, ebrios Ciudadanos vomitando estrellas ,mujeres rotundas repartiendo afiladas sonrisas que atravesaban corazones inermes y un par de oficinistas que no podían parar de reír.
A lo largo de loa años fue acumulando sueños irrealizables, manías recurrentes, caricias esquivas, besos furtivos, pesadillas lacerantes, amaneceres púrpuras, noches sin fin, melodías reconocibles y tanta ira que terminó coleccionando momentos inconexos que le proporcionaban material suficiente para tertulias inexistentes.
Ocurre de manera cotidiana, ,mientras intenta desembarazarse de las imágenes de los penúltimos sueños se encuentra cayendo en picado de manera tan lenta que se convierte en costumbre. Sin miedo al impacto, apenas a unos centímetros sobre la acera, casi flotando en un decorado en blanco y negro.
Sabe que cerrando los ojos esa sensación desaparecerá, pero hoy, al abrirlos, todo el escenario daba vueltas a su alrededor sintiendo una inmensa arcada antes de ver, quizás por última vez, la acera gris tan cerca de su cara.
A pesar de aparentar frialdad, tranquilidad o cierto desapego lo cierto es que a Nak le corroían por dentro los nervios como víboras, como gusanos que no querían ser mariposas, como mordiscos de rata; como si sus vísceras quisieran devorarle.
Y aún así sonreía mientras sentía el aroma del Océano, el viento del norte o la caricia de una mano conocida.
La respiración intenta acompañar a los 432 hercios. Afuera es la oscuridad ,dentro son las tinieblas, el marasmo y las sonrisas perdidas. En algún lugar dejó olvidadas las caricias o simplemente Nak las perdió en el último tranvía.
Y así, esquivando Ciudadanos borrachos y oficinistas derrotados, llegó hasta si habitación con el deseo de cerrar los ojos buscando las imágenes que sanan , pero sólo puede encontrar las derrotas cotidianas ,los sueños ajados y las pesadillas hirientes .
Asomarse al horror como quien se asoma al abismo cotidiano de la imagen en el espejo. Plantarse frente al cristal empañado y buscar el resorte que consiga abrirlo como una ventana para pasar al otro lado. Sentir el viento helador, la humedad y el olor a putrefacción que vienen desde el fondo de la sima deseando poder dar el último paso
Precipitarse al miedo que se refleja en esos ojos todas la mañanas, deslizarse por las arrugadas comisuras de los párpados sabiendo que el terror no ha hecho nada más que comenzar.
- Para ser tan tarde aún puedes conservar los ojos abiertos-le dijo sin evitar un bostezo.
- La verdad es que es muy fácil si no te los ha cerrado el juez- contestó sin mover los labios.
Las agujas del reloj. Las hojas del calendario, Somnolencia programada, Suave rumor de los segundos arrastrándose entre los dedos de las caricias que resbalan sobre pieles intuidas. Océanos de postal y ciudades traslúcidas.
La cadencia de la música. El sentido de los silencios. Afuera es el caos del viento en las esquinas y la lluvia en el rostro. Aquí es la soledad y la pérdida, las caricias intuidas y las miradas que abren heridas que jamás se cierran.
Nak aguarda el amanecer esquivando la verborrea y las palabras melifluas. Nak espera que las falsas promesas se diluyan en la copa de ginebra mientras sus dedos juguetean con los cubitos de hielo. Las agujas del reloj insertando las páginas del almanaque. Puede que amanezca o simplemente es la próxima pesadilla disfrazada de sueño inalcanzable.
