Nak anhela desaparecer durante un instante. Piensa en lo fácil que sería dejarse llevar por los espejismos de las colinas flotantes, sumergirse en las frías aguas del océano o, simplemente, decidir rendirse mientras la tarde se llena de muchachas pálidas persiguiendo oficinistas histéricos.
Los tratantes de sueños se guarecen de los aguaceros en los callejones. Pasa el eterno tranvía amarillo, esquivando los cuerpos de los ñandúes polacos ebrios. Los ciudadanos buscan en sus carteras billetes arrugados para el sexo ritual y mecánico.
Nak vaga por la ciudad. Sin noticias de Molibdeno. Kapek le susurra extrañas palabras al oído. Cae un aguacero que hiela hasta el alma; Nak está agotado y solo puede mascullar frases sin sentido. Se desploma en el umbral de un portal desconocido. Ha llegado la temporada de los desechos en flor.
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