Nada en la mirada, soledad en los bolsillos y un horizonte extraño que nadie conoce. Los instantes se desmoronan en una cascada inane de mórbida monotonía. Llueve. Nak no se siente mal ni bien; quizás ni tan siquiera sea consciente de su ser. Permanece quieto. Es una cáscara vacía esperando su propia conmiseración. Nadie se acuerda de él; tampoco hace falta.
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