Nak apagó hastiado el receptor,aquella cháchara vacía de la gurú de turno le había dejado perplejo,tanto que aún no sabía si tenía que dedicar su vida a un contemplativo celibato,a buscar respuestas en las barras de bar o a masturbarse con delectación.
Abrió la ventana para que el viento del norte se llevase sus pensamientos lúgubres y se quedó un buen rato acodado en la barandilla observando el océanos gris,los ñandúes polacos mendigando un trago de licor de cerezas,los Ciudadanos persiguiendo jóvenes y a los tratantes de sueños apostados en las esquinas:una tarde cualquiera en Weisland.
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