Las noches, a pesar de lo que desea Nak, tienen final, un final abrupto y violento frente a cualquier espejo que le devuelve esa imagen ajada y derrotada que tanto desprecia.
Los amaneceres, a pesar de lo que imagina Nak, comienzan con diablitos bailando sobre el sol bobo que rasga ese océano tan manido.
Nak apenas consigue arrastrarse hacia la luz mientras las muchachas ,en las ventanas, ya no cantan viejas tonadas.
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