No querer soltarlo hasta que se descomponga, sentir el vínculo hasta que la corrupción se adueñe de todo tu ser, hasta que el hedor y el asco se hagan insoportables.
Mirarse al espejo y decir basta porque sabes que continuarás preso a ello mientras conserves un hálito de esperanza, condenándote a esa extraña penitencia que deja al exiguo espíritu atado para siempre al corrupto ritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario