La congoja anidad entre las costillas, aplastando lo poco que queda de corazón. Boqueando como un nadador ,al borde del paroxismo, a milímetros de tocar la pared,
La brisa asquerosa y sucia de las mañanas tan azules que provocan arcadas. Los silencios medidos para golpear con mayor fuerza.
La congoja va a cambiar de dirección, el terror no va a ser unidireccional., el silencio no va a mordernos las tripas. El viento del norte levanta olas turbias. La playa repleta de algas y fragmentos de lo que, alguna vez, fueron los sueños y las almas de los oficinistas desesperados. Caminar al borde del Océano y desear que ese penúltimo golpe de mar lo engulla todo y se lo lleve lejos, muy lejos ;a las profundidades donde ,quizás, ya no quede ni un atisbo de ansiedad, ni una pizca de zozobra .
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