Las sonrisas abiertas de los niños que corren tras los carromatos cargados de restos putrefactos que nadie quiere identificar.
La alegre expresión de las jóvenes que golpean las barrigas de los Ciudadanos atados a sus potros de tortura.
Los beatíficos gestos de los oficinistas eyaculando al unísono en cuartuchos infectos.
Los graciosos ademanes de los ñandúes polacos esquivando las piedras que les lanzan los hombres aburridos de ver espectáculos pornográficos de pago en MundoVisión.
Las carcajadas y las muecas de los camareros de los bares en los que ya nadie pregunta tu nombre y manos extrañas juegan a descubrir secretos húmedos.
Nak abre la ventana de su cuarto para perderse en cielos negros punteados por extrañas estrellas y una luna de cartón piedra.
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