Un comienzo como cualquier otro, un comienzo a trompicones, a saltos; sin rumbo. No hay nada al otro lado, no hay tras de mí, no hay nada y sólo el viento azul arrancando trocitos de alma, arrastrando aullidos del pasado, empujando imágenes.
A lo lejos las parejas de suicidas cíclicos agradecen al público su inestimable colaboración. Pasan las bandadas desconocidos señalando el momento de las lágrimas hipócritas. Nada cambia el color de sus mejillas.
Ajena al tiempo y al dolor. Ajena al mundo que construyó se aleja despacio, acuchillando todo lo que se mueve, todo lo que no brilla. Ajena a las señales de los tratantes de sueños; altiva y lejana se pierde entre la masa vociferante de los ñandúes polacos.
No existe nada más que el viento, la lluvia y los pedazos rotos de los espejos.
Una manera de empezar, un modo de comenzar simplemente dejarse llevar por el sentimiento, abandonarse a la angustia y escuchar los gemidos ahogados de los sueños abandonados.
Lejana y fría ya no puede recuperar lo que fue suyo. Distante juguetea con el filo del cuchillo que usa en sus ceremonias. El cinismo planea en sus sueños con vuelo suave y silencioso. Inexpresiva deja pasar los segundos y hace sentir su aliento helado en la boca del condenado sonriente.
Destrucción, tan sólo un comienzo. Ha empezado la temporada de las mentiras piadosas para los agonizantes. Un hombre vende sus ojos a los Ciudadanos que esperan el penúltimo tranvía. Escucharemos la melodía, pero no lograremos bailar (siempre hemos sido tan torpes)
A veces puede sentir algo en su negro interior, pero no lo reconoce como suyo. Absurdamente intenta recuperar el suelo que ya no existe, absurdamente acuchilla el aire vacío, soslaya las imágenes borrosas e inventa encuentros poblados de monstruos.
Los tratantes de sueños quieren atrapar mis pesadillas, no quieren dejar escapar mis impresiones postreras. Algunos Ciudadanos evitan mi presencia, eluden mi estigma; pero comprarán mis pesadillas. El cielo, el viento y algunos cadáveres sonrientes jalonando la retirada: nunca la derrota.
Sus ojos, cansados del pasado, eligen el futuro incierto. Su cuerpo, agotado en la monotonía ritual, se abandona. Ya nada puede traspasar su coraza. Distante, fría, lejana, inexpresiva; ajena a los signos revelados en los sueños espera que la noche aparezca en sus ojos.
El día comienza con luces extrañas y aullidos de los desesperados. La cama vomita premisas falsas. El día arranca con el ritual hermoso de la mentira al oído y el beso en la mejilla. Nuevas ilusiones prendidas con alfileres, la sonrisa descolgada, el sol en la cara y todo sería un comienzo como cualquier otro.
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