Sentado al volante del pequeño automóvil recordaba el escote de la penúltima morena que se rio de tus enormes gafas de culo de botella .Todos reían mientras él tropezaba con todo, sin haber tomado ni un solo trago.
Sentado al volante de su birrioso coche trataba de contener su desesperada desdicha, intentaba no llorar y le salían aullidos amariconados. Resolvió detenerse en el arcén, sería lo mejor; esperar, como siempre, que el sol volviese a derretir sus recuerdos.
Lejos existe un lugar en el cual habitan sonrisas, roces, miradas. Allí se guardan maravillas que no todos comprenden: una canción escuchada, una mano buscando otra, un roce de labios. No todos lo entienden.
Más lejos hay un lugar oscuro donde viven la nariz ensangrentada, los gritos ridículos, la rabia contenida. Esto si que lo comprenden.
La decepción, la mirada jamás limpia.
Pasan los días y aquí seguimos anclados entre la ilusión y la decepción. Esperando por lo que jamás sucederá. Rellenando el tiempo con imágenes, con recuerdos, con medias palabras, con gestos que ya nada significan.
Días de termómetro loco, de sol avaricioso, de lejanos personajes en nuestro corazón, de sufrir porque nada obtendremos de esas maquinaciones estúpidas.
Y siempre una imagen en la cabeza, siempre esa misma imagen...hacia el infinito; buscando algo fuera de campo
Volar puede ser fácil, alguno lo sabe; lo difícil suele ser aterrizar, encontrar el lugar correcto donde lamerse las heridas, donde beberse la vida hasta la penúltima gota.
Mala madrugada para dejar el gin-tonic. Mala noche para escapar de uno mismo o para escuchar canciones que desasosiegan.
Puedo oler el Océano desde aquí, puedo ver un puente y una noria gigante y un gran montón de ojalás aparcados junto a las mentiras cotidianas.
Quizás mañana cuando no haya ni aquí ni ahora pueda reflexionar, quizás ya no haya chicas de vestidos de flores o mujeres de mirada triste y húmeda.
Me quedaré aquí, esperando a Nak y Molibdeno, aguantándome frente a la pantalla que vomita vídeos, haciendo tiempo jugueteando con el vaso vacío. Llegará Molibdeno con su cabello oxigenado y pagará una ronda antes de perdernos en las calles para apedrear farolas, para vomitar en las papeleras. Ya no es tan duro como antes, es casi un deporte.
Quizás mañana la canción sea otra, quizás mañana, quizás. Ojalá la noria gigante gire y gire, ojalá la muerte pase de largo, ojalá haya pensamientos que blinden estas noches.
Mala madrugada para dejar el gin-tonic y no hay ninguna camarera que diga "te vas a poner tontito", y no hay ninguna canción que atraviese las tripas.
Hay tantos lugares a los que nunca iremos, tantos lugares que hemos atisbado desde las ventanas de la memoria y el deseo, tantos lugares anclados en los sueños; sabemos que existen esos lugares porque nos han empujado hasta el umbral o porque algún ser nos ha llevado de la mano para luego dejarnos solos con nuestra perplejidad.
Entre las imágenes robadas y las luces del amanecer; entre las sábanas revueltas y la ducha, deben existir esos lugares y algunos todavía no hemos perdido la esperanza de alcanzarlos.
Desaparecerse. Siempre hay un algún espejo transmitiendo una imagen que apenas se reconoce. Vampirizando pasados desenfocados.
Desapareciendo, fundiendo a gris, nunca a negro. Juegos de veneno y azul.
Atardeceres de postal con banda sonora desconocida.
Molinos, perdón aerogeneradores-dijo sin dejar de fumar aquel cigarrillo eterno.
Resaca, mucha resaca; enquistada en el alma.
"Bienvenido al lugar del cual nunca debiste salir"- decía Nak, sonriendo todo tiempo a las mujeres que le ignoraban.
Tóxico en las venas. Veneno acumulado en los ojos. Tomar el vaso y volver a beber hasta el fondo, sin dolor, sin ira; asumiendo la dosis y ,a pesar de todo, brillando.
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