Excelente interpretación la de Nak. Las ovaciones de los tratantes de sueños llegaban a envanecerle todavía un poco más. Los Ciudadanos sebosos que declaran en tu defensa jamás mencionaron a la pequeña bailarina que se descolgaba de la cruz todas las noches.
La calva del juez se derretía bajo la mirada atónita de los ñandúes polacos. Un carro empujado por alguien con acento extranjero. Un buitre es alcanzado por los disparos erráticos de un tal Funnytutti cuando intentaba declarar en tu contra
.
¡Victoria! Clamaban los oráculos
¡Victoria! Clamaban los desesperados
¡Victoria!
Pero Victoria había perdido el tren en la intersección de Krasny-Bor.
Nak pedaleó cansinamente arrastrando su carrito de helados. El juez le había declarado inocente de todos aquellos horrendos crímenes que había cometido. Nak había disimulado desconocer los cargos. Ahora sonreía mientras vertía arsénico en los helados de vainilla que pronto serían lamidos con tierna avidez lúbrica por las muchachitas tísicas del colegio religioso.
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